Desde la Asociación Triangulacion Kultural-Uruguay nuevamente extendemos invitación a todas y todos...
Un adelanto para ustedes, desde la Sabiduría Africana...
Hace muchos, muchísimos años, todos los animales sabían nadar. Un día, la madre cabra fue al mercado y se encontró con dos flamencos que vendían pescado. La madre cabra vio que el pescado era excelente y se dispuso a comprarlo cuando uno de los flamencos le dijo:
-¿Por qué no te apartas un poco? Estás molestando a otros clientes que también quieren comprar pescado.
-Lo siento, no me había dado cuenta, respondió la madre cabra.
Y cuando se disponía a darse la vuelta y retirarse un poco para ceder el paso a los nuevos clientes, se encontró frente a un cocodrilo del Volta que estaba allí tranquilamente tomando el sol.
La madre cabra saludó al cocodrilo:
-Buenos días, señor cocodrilo. Qué ¿tomando un poco el sol? Me parece muy bien, siento haberle molestado antes, pero ¿podría decirme el precio que tiene el pescado hoy?
El cocodrilo no le contestó y siguió durmiendo imperturbable. La madre cabra se dirigió a unos pescadores que pasaban por el lugar:
-Señores pescadores ¿podrían decirme, si son tan amables, a qué precio está hoy el pescado?.
-¿El pescado? Pues, no lo sabemos, pero tenga cuidado que tiene detrás un cocodrilo.
-Si, ya lo sé, pero está dormido, contestó la cabra echando una ojeada a ese cliente que frecuentaba tan poco las pescaderías.
Entonces la madre cabra observó que el cocodrilo le cucaba el ojo. No estaba segura de lo que había visto y se acercó un poco más para ver mejor y le dijo al cocodrilo:
-Señor cocodrilo ¿Desea algo? Me ha parecido que cucaba un ojo. El cocodrilo siguió sin decir nada, pero dio un respingo, atrapó a la madre cabra con sus inmensas fauces y la arrastró hasta el río, atravesó las aguas y se llevó a la cabra a un lugar seco, muy lejos de su casa. La madre cabra sabía nadar pero no se atrevió a meterse en el agua por temor a que tan desaprensivo animal volviese a tomarla con su horrible dentadura y se la llevase a otro lado o se la comiese, que todo era posible. No tenía otra solución que instalarse allí donde estaba y organizar su vida lejos de los suyos.
Mientras tanto, al otro lado de las aguas, seguían sus hijos que lloraron amargamente la ausencia de su madre sin poder hacer nada por ella. Efectivamente, la madre cabra les había dicho repetidamente que no saliesen de los alrededores de la casa, que había unas bestias feroces que los podían devorar. Durante un tiempo, no salieron esperando la vuelta de su madre, pero como el tiempo pasaba y ésta no venía y el hambre hacía estragos en sus vientres, se decidieron a ir en busca de alimento, pero como eran muy obedientes, no se alejaron mucho de su guarida. Así crecieron con el recuerdo de su madre desaparecida, pero nunca tuvieron la idea de entrar en el agua por los consejos que les había dado su progenitora. Llegaron a ser adultos y a casarse y a tener hijos formando juntos una familia muy numerosa, pero sin que ninguno de ellos supiese nadar.
Un día, la madre cabra, viendo que los cocodrilos se habían ido de viaje, se armó de valor y cruzó nadando el río que le separaba de su familia y allí se encontró con que los suyos habían crecido y se habían casado y multiplicado. Formaban juntos un clan numeroso pero ninguno de ellos sabía nadar.
-¿Ninguno de vosotros sabe nadar? No es posible, todos los animales deben saber nadar.
-Madre cabra, es verdad que no sabemos nadar. Nadie nos ha enseñado y tú misma nos pusiste en guardia contra todos los animales que pudiesen hacernos daño. Hemos seguido tus consejos y ninguno de nosotros ha tenido el valor de acercarse al río.
Desde entonces la madre cabra dejó de comprar pescado viendo que su familia desconocía las artes de la natación que habían practicado sus antepasados.
Este cuento nos enseña que pretender realizar o aprender cosas contrarias a nuestras aptitudes naturales no tiene sentido. Así es como las cabras se olvidaron de nadar y empezaron a tener un miedo pavoroso al agua.
Cuento -BURKINA FASO-
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